“El deseo hacia una mujer que se ha obtenido es algo atroz
y mil veces peor que el otro,
imágenes terribles nos persiguen como remordimientos.”
...................................EL DOLOR DEL VAMPIRO.............................
Siempre llega el ocaso a cada fantasía, la tiñe de sangre, se camufla en la blanca oscuridad de la nada y como ha venido, se va.
Encontraremos sin duda un nuevo cielo al que mirar, un infinito hacia el que fugarse, un ego al que alimentar o matar de hambre; en la soledad o entre la multitud, el corazón seguirá latiendo al mismo ritmo acompasado, geométrico, sin apenas cambios de velocidad. Porque cada vez son menos los impactos y más profundos los baches.
Una búsqueda exacta, automatizada y redundante nos desnuda primero el alma y después el cuerpo, con el sentimiento de culpabilidad porque el amor no nos gana, o no lo advertimos, o simplemente no existe. Apenas provoca el placer que las lágrimas dejan en los viejos cojines de todas las buhardillas donde cualquiera se calza un sombrero y se mira al espejo preguntándose simplezas con actitud hiperbólica, engreída y hasta estúpida.
Nos hiere el pasado con que no nos identificamos, el carpe diem del presente se disfraza con antifaces hedonistas y nos conduce a un futuro saciado de todos los vicios.
Preferiríamos no hacerlo, pero el miedo es igual de necio en todas las direcciones, y cansados de tanto elegir a cada instante, como si uno se jugara la vida, el porvenir, el inconsciente y el dinero en una noche llena de lunas y vacía de silencios, te paras en mitad de un callejón iluminado, miras alrededor, el barrendero arrastra las hojas que no se llevó el viento, la visión es limitada, finita, matemática, inventas a cada golpe de vista juicios subjetivos sobre la belleza y la monstruosidad, la literatura y la pasión, binomios todos ellos adulterados y precisos. Y necesitas gritar.
Y gritas.
Está saliendo el sol.
Lítost, 1 de enero de 2005
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