ANACRONISMO MUSICAL: pequeña suite otoñal
Sólo un titulo comercial, a estas alturas de siglo, puede producir cierto interés hacia al menos las primeras líneas de un texto. Hablemos de música y que siga leyendo quien lo desee.
Hemos disfrutado, los que hemos podido, de un recorrido por las figuras más entrañables del lenguaje universal, en apenas una semana. La Orquesta de Cámara de Heilbronn, a manos de Rubén Gazarian nos ofreció el pasado viernes un programa delicioso, a base de Boccherini, Mahler y un souvenir de Florence del intachable Tchaikovsky para terminar. El protagonismo del violonchelista, Kyril Kravtosv, no lo duda nadie; Su virtuosismo, tampoco. Y los aplausos finales, mayoritariamente de socios filarmónicos, fueron para una desenfada polka de Rostropovich.
El lunes comenzaba a ritmo americano: Juan Ras, Humberto Corrales, Nacho Luri y Daniel Barbieri, un cuarteto alicantino, tres guitarras y un contrabajo, rindieron homenaje al Swing y al Jazz americanos de los años 30 y 40, con alegría, indumentaria acorde y frescura. Dentro de su repertorio encontramos temas instrumentales estilo Gipsy Jazz. Aguardiente Swing Quartet logró un encuentro cercano, cómodo y satisfecho, que se mezcló con el ambiente informal de un público agradecido.
Seguimos marcando paso, a ritmo de tango, con una de las más de cien mentiras que canta Sabina: Gardel, junto a un ya contemporáneo Piazzolla; The art tango enemble. Mezclando dos épocas de tango, principio y fin del siglo veinte, -período de formalización y universalización-, nos ofrecen un espectáculo músico escénico donde la pareja de baile no llega a desprender la fuerza y vigorosidad que el compás tan binario cuatro por ocho exige. Espléndida la interpretación del violinista y director Joaquín Palomares, así como del bandoneón, de tan escasa aparición en otro tipo de espectáculos.
Más de cien mentiras, más de cien motivos para regalarnos una dosis de música que alimente nuestro descuidado espíritu. Un día más tarde, el mismo teatro suena gracias a la Orquesta Sinfónica de Castilla León, con la tristeza que conlleva ver más almas dentro del escenario que fuera de él. Si la primera parte se dedicó al español Montsalvatge y a la figura del expresionismo, Alan Berg (conocido por el grito de muerte de Lulú), la segunda parte rindió homenaje al impresionista Ravel, a Mussorgski, y por ende, a Alexandrovich.
Es esta segunda parte la que despertó mayor entusiasmo, acaso por ser más conocida, acaso por mezclar dos artes: pintura y música. Para poder escuchar Cuadros de una exposición, ha sido preciso que se expusieran en 1874 los dibujos y maquetas de Victor Alexandrovich Arman, arquitecto y pintor fallecido un año antes. Es esta exposición la que el nacionalista ruso del grupo de los cinco, Mussorgsky, describió cambiando el pincel por el teclado de un piano. Diez cuadros y variaciones de un promenads entre varios de ellos. Esta maravillosa suite, compuesta en apenas tres semanas en el verano del mismo año de la exposición, fue orquestada por Maurice Ravel, 48 años más tarde, en 1922.
Diez cuadros, diez piezas, donde la música juega un papel descriptivo innegable. Un gnomo alargando con pasos torpes sus piernecillas torcidas, sus convulsiones y aullidos, que pueden incluso hacernos imaginar el enano que Wilde dispuso como regalo para la pequeña y materialista infanta; Un viejo castillo de la Edad Media, ante el cual canta un trovador; La algarabía de los niños jugando en la alameda de un jardín, en Tullerías, el título del tercer cuadro; Un carro polaco con dos enormes ruedas enganchado a dos bueyes en Bidlo. Un cromático y divertido ballet de los polluelos en sus cascarones, que se puede hacer llegar fácilmente a oídos infantiles a través de entretenidos musicogramas que muestren la escala cromática y la forma binaria de la pieza -En realidad, esta imagen humorística de dos polluelos festivos fue realizada a tinta chica para el decorado del ballet Trilbi-. Dos judíos polacos que la orquesta nos describe, el uno arrogante y rico, el otro pobre y plañidero. Un mercado de limoges, donde unas mujeres discuten animadamente. Las lúgubres catacumbas, donde Hartmann y dos sombras se vislumbran visitándolas a la luz de una linterna. Un reloj en forma de cabaña, donde vive la bruja Baba-Yaga, en el noveno cuadro, Cabaña sobre patas de gallina. Y cerrando la función, un proyecto de construcción arquitectónica en el antiguo estilo ruso, imponente y musicalmente brillante: La gran puerta de Kiev hace ponerse en pie a la minoría asistente.
El viernes, un dúo burgalés cierra este recorrido atemporal: clarinete y piano. Diego Fernández Gómez y Sergio Gutiérrez Rodríguez. De nuevo Berg, junto con el moderno Howarde Ferguson, y Robert Muczynski. Interpretan también la sonata para clarinete y piano que compuso Salvador Brotons en 1988, donde se escuchan incesantes cambios de compás, agitación rítmica y recitativos en los movimientos lentos. Y un estreno absoluto, obra contemporánea que situaremos entre el atonalismo y el serialismo, del pianista mirandés, Sergio Gutiérrez Rodríguez.
Una semana intensa. Veamos –escuchemos- la que viene.
Lítost
Burgos, a 21 de Noviembre de 2004
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