la noche que te descansa ( duende busca chica)

LA NOCHE QUE TE DESCANSA. ( Duende, busca chica)

Oscureció, como un susurro, una noche nueva, que no entendía de ausencias. Y dibujó en un cielo completamente negro, una lluvia de estrellas. Y pensó la noche que aun era demasiado pronto para que amaneciera, y se quedó.
La joven que llegó cansada a casa no esperaba nada, y nada encontró. La noche compañera había protegido sus pasos hacia el hogar que ahora la guarnecía. Miró a un lado, miró al otro, y no vio más que sombras, fijas, inertes, profundas. Como profunda era su mirada detenida en el objeto que atraía ahora su atención: La gran cama, herencia de la abuela, aquella que se fue a las Américas, y nunca regresó. La cama de madera oscura, con adornos y ribetes, y grabados con extrañas formas, esperaba para abrazarla en la oscuridad del salón.
Se acostó, sobre el enorme colchón de plumas, y se protegió hasta muy adentro con el edredón, y se durmió pronto, las preocupaciones y los problemas no tienen cabida cuando te vence el cansancio infinito.
Y entonces, en ese preciso instante, un instante que llevaban esperando todo el día, un ejercito de pequeños duendes dormilones la rodeó como cada noche, no para contemplarla sino para realizar uno de los más arduos y laboriosos trabajos de los que tenían asignados.
Sí, porque llevarse el cansancio de una persona como aquella, y además hacerlo en el más completo silencio, es una tarea complicada. Y comenzaron. Se acercaban a su cama y cargaban al hombro sacos enormes de cansancio como sólo un duende curtido es capaz de transportar. Pero el cansancio es como la humedad, se te queda pegado a los huesos, y hoy era mucho el cansancio que tenían que arrancar de aquel pequeño corazón. Además no es un trabajo que puedan realizar las máquinas, es algo tan delicado y preciso...
Los duendes, que sabían muy bien que el cansancio hay que llevárselo muy muy lejos para que no regrese, recorrían distancias enormes, atravesando túneles, bajando escaleras, cruzando mares subterráneos y grutas plagadas de estalactitas y estalagmitas, y lo depositaban en el centro de la tierra, uno de los lugares más peligrosos de este mundo. Pues allí está la Montaña de Cansancio, una montaña enorme sin color ni forma, un lugar en el que si te apoyas o te sientas te quedarás para siempre porque ya nunca tendrás fuerzas para levantarte, pero esto los duendes lo sabían muy bien y se cuidaban mucho de que les ocurriera.
Y trabajaron durante toda la noche, solo hicieron una pausa para descansar cuando pasó una estrella fugaz frente a la ventana, porque eran unos duendes muy conservadores, y hay tradiciones que deben ser respetadas.
En la ciudad los gallos no cantan, pero cuando empezaba a alborear, ya tenían todo el trabajo hecho, y se sentaron alrededor de la cama, y en las sillas del salón, y en el alféizar de la ventana. Estaban muy contentos con lo que habían hecho y uno a uno se fueron a dormir al lugar donde duermen los duendes, es un secreto.
Y uno de ellos, de los más pequeños, pero también de los que con más ahínco trabajaban, un duende realmente feo, con las orejas demasiado puntiagudos y los ojos muy saltones, hacía tiempo escondido debajo de la cama de roble de la abuela.
Y cuando todos los demás se hubieron marchado, se sentó en la almohada como hacía cada mañana, y la miró un sólo segundo pues temía que se despertara, y se preguntó de que color eran los ojos de aquella niña a la que amaba, y lloró porque sólo sabía llevarse el cansancio, y no las preocupaciones, la tristeza o el miedo, que volverían a amanecer junto a ella. Y como cada mañana dejó caer una lágrima sobre el rostro quieto de la pequeña...y se fue muy deprisa.
Ella despertó descansada, como cada día, somnolienta, y al mismo tiempo sorprendida, y se preguntó que demonios hacía una gota de rocío sobre su pequeña nariz. Y sonrió porque no tenía respuesta.
No fue esa, la última lágrima que derramó el pequeño duende aquella mañana, la última brotó transparente, pura y cálida, y fue a caer sobre la Montaña de Cansancio, el mejor lugar para descansar siempre.


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Comentarios

el cansancio sólo es hermoso cuando es infinito...como el abandono..

qué hermosos son tus cuentos.

sicilia


Anónimo
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Que maravilla. El que más me ha gustado.
Besos
µê¶■├å


Nagual
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Lo he leído muchas veces pero hoy se me antoja, si cabe, aún más hermoso.


Gelouin
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