El mundo al revés

El hombre de la corbata se resbaló, cayó al suelo, simuló morir; ¿Y si a la cárcel se lo llevan? ¿Y si termina con él un tiro de gracia? "No puede ocurrirme tal desdicha". Se incorporó y como un resorte se elevó por los aires, a mediana altura, encogido, resbaladizo. "¡Me escapé! ¡Me escapé!" Huyó por un agujero, inmediato a la reja que hacía un momento no le permitió proseguir, se escondió, en silencio permaneció distante e inmaduro. "¡Los odio a todos!" ¿Qué no se sentía satisfecho? Dentro de poco sería famoso, figuraría en los periódicos, en la televisión, ya se imaginaba los titulares: "Sujeto misterioso se burla de la justicia","Piromaniático incendió bóvedas y fugó". Fue divino, glorioso, omnipotente y grande, con astucia infinita, capaz de engañar a cualquiera. A nadie se lo contaría. "No más proezas". Se levantó con una cara de niño bueno, cantor, pero sucio. ¿Quién podría guiarlo? Deambuló por un sendero oscuro, despacio, ajustado. Se hizo amplio el camino y reconoció el emplazamiento por donde andaría. ¿Qué trecho le separaba de aquél escenario histórico? Al menos podía ver desde ahí a muchas personas. "No distingo bien ¡qué agradable humo!" Se mantuvo observador por un periodo efímero, precoz, instantáneo, y cerró sus ojos al darse cuenta de que aún seguía en el anonimato. ¿Lo estaba? ¿El antifaz que cubría su rostro ausentaba su cuerpo? El sí se tocaba y veía y creo que los que le dispararon también. ¡Qué raro! ¡Extraño! "Me quito este disfraz". La máscara se apresuró al vacío, fingió resentimiento, agravio, ¿Y a quién diablos le importaba? Miró de soslayo, directo, seguido de su posición original mediante un giro brusco, esta vez con las manos en los bolsillos y: "¡El diamante!" Lo extrajo y lo inspeccionó con detenimiento, sí, bello, la prueba perfecta. "Lo ocultaré". Cuando llegó a su acogedor hogar, eligió el más recóndito, inaccesible e in manifiesto rincón para depositar su trofeo. Se durmió y en vista de que ya eran pasadas las veintidós horas, el sueño se prolongó hasta la media mañana crepuscular siguiente. ¿El mismo amanecer reincidente acaso, del que hace mención el portugués de nombre bíblico, en la primera parte de su libro, relato número dieciocho, publicado en el siglo veintiuno, año primero? Coincidente a la interrogante comparación se mostró la luz de un nuevo día, inevitable, no imprevisto, con supuestos hechos trascendentales e imborrables. "¡Las noticias!" Necesitaba informarse, leer el periódico, ver la televisión, jugar a los escondites "¿Jugar?" En fin, después de revisar con minuciosidad los diarios y prestarle atención a diferentes medios de comunicación, comprobó que no aparecía en ninguna mísera expresión... ¿Qué le sucedía a la prensa? ¿No era verdad? Escudriñó hasta cerciorarse, recuperó la joya. "Lo tengo". Se recompuso brevemente frente a su espejo, miserable reflejo, con su trofeo no visible, dispuesto a comprobar que continuaba cuerdo, exitoso, leal a sus recuerdos y, lo más importante: ¡Vivo! Mientras por la acera se desplazaba, lento, su apariencia irradiaba un falsa paz, inventada, fraudulenta. "No deben descubrirme". Al detenerse por las inmediaciones rescató la versión de varias personas. ¿Que si vieron sucesos fuera de lo común anoche, un robo talvez? Le respondieron que por si no lo sabía, aquella zona era de alta seguridad, y el edificio por el que preguntaba, ahí ninguno entraba sin ser identificado. Escuchó el vigilante y se puso a reír un largo rato, a carcajadas, agradeciéndole por alegrar su día, "¡Yo incendié sus bóvedas, no es posible que no estés enterado!" Calló, dejó de burlarse, aspiró aire con fuerza, se tocó la barriga con la mano izquierda en tanto con el índice derecho sentenció no con amenazas, si no mas bien, con una ejemplar y agraciada risotada, graciosa, burlona, ¿Nadie le creería? "Locos de mierda". Volvió decepcionado, se encerró en su cuarto y pensó en el suicidio. ¿Valía la pena? Una última oportunidad se cedió. E igual, nula fue la atención que le prestaron. "¡Lo quieren encubrir!" Olvidó el suicidio y tramó algo escrupuloso, lucrativo, beneficioso, rápido. ¿Qué haría primero? Buscaría la manera de sacarle el máximo provecho a las circunstancias. No les interesaba la fortuna que traía en su cabeza. "Ellos ven las cosas inservibles". Empezó a entender. "Prefieren creer en la inviolabilidad de algunos seres humanos". No lo dudó más, se incorporó, fue al río y cogió muchas piedras de él, de variado tamaño, pequeñas, intermedias, voluminosas no. Las limpió y compuso canciones por puro gusto, e inspirado, recorrió innumerables lugares cantando, ofreciendo bellezas en venta, reliquias que tenían millones de años de antigüedad y de alto costo. Vendió casi todas las piedras que quiso y tuvo mucho dinero, demasiado, almacenado en habitaciones inmensas y cerradas. En su sombrero siempre lucía visible su gran tesoro. ¿Distinguirían una joya genuina y gigante, rara, única en el mundo? "El mundo está al revés". Qué fácil. Empero sí, hubo un límite. De sus contados infortunios, uno desencadenó posteriormente una tragedia. Ocurrió en el desierto. Se encontraba solo, despreocupado, sin prever aspectos negativos, entonces, varios individuos encapuchados le hurtaron algunas monedas y se escabulleron, lejos. Gracias a un despliegue masivo fueron capturados y condenados a la horca. Ingenuamente él les perdonó la vida y fue ese un hecho memorable, conocido por todos, mundial. "No soy feliz". En un arranque de infelicidad reveló en publico que había incendiado esas dichosas bóvedas. "Miren, este es mi trofeo". Hasta ahí llegó su popularidad, en adelante se convencieron de que él estaba loco. "Por eso vendió sus reliquias ¡qué tonto!" El hombre de la corbata arrojó el diamante e inexplicablemente se rompió en mil pedazos, y los moradores del planeta, ahora sí, comprendieron que habían sido estafados, robados, engañados, sin embargo, que cruel es difamar la dignidad de una persona, así que a la voz de tres, uno, dos, tres, al unísono, se condenaron a muerte, sin excepción. La muerte les asentó bien y vivieron felices por siempre.-Reflexionó el escritor ¿Qué le faltaba a su historia? Un final. Deseando la felicidad perpetua, recordando la expiración del mundo, se quitó la vida y, qué absurdo, no fue feliz. (Al oír el disparo los vecinos alertaron a la policía. Supusieron que en el mejor de los casos, el agresor se estaría desangrando. Jamás presintieron, o al menos no lo pensaron, que aquel ruido precedía el último hálito de un suicida. Sólo al forzar la puerta, las autoridades del orden destaparon, por sobre lo que se debería encontrar, la presencia de una gema preciosa, de múltiples colores, de considerable valor. Algunos curiosos se percataron, mas sin ser evidencia, desapareció y en el futuro no se mencionó el hallazgo. El ser que murió, hoy perdido en la indiferencia, fue encontrado junto a su corbata desteñida... Es el final. Con el tiempo se olvidará, creo.)