Ya no escribe en futuro, ni para el futuro, ni mira al pasado desde que un día se da cuenta.
Se da cuenta de que aquello que llamamos pasado sigue estando aquí, y lo que llamamos futuro está ya presente.
Ahora escribe para el presente del que lo está leyendo, de ese alguien que mira ahora, a hurtadillas sobre su hombro, y también de ese alguien que mira ahora; dentro de cien años, a un cuaderno roído y lleno de polvo.
Sí, ahora te parece muy claro, básico, aprendido en el colegio, física básica. Respetas a los muertos, porque sabes que están vivos; en su rinconcito del universo, en su rinconcito del espaciotiempo.
Escribe también para el que está leyendo ahora, sonriendo a las siete y cuarto de la tarde. Escribe desde su alma a tu alma, desde su ahora, a tu ahora, que es el mismo ahora. Y trasmite una idea muy simple, sin escribir ni una pregunta, ni una respuesta.
Ahora que se ha dado cuenta de que habita en un rinconcito del espaciotiempo, sabe que puede hacer lo que quiera. Se queda por una eternidad ensimismado observándolo, y ahora decide decorarlo; por eso escribe.
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