La idea era muy básica, llevate a alguien contigo o duerme tranquilo. Y hubiese pasado desapercibida de no ser por la muerte del Rey, o el asesinato, a manos de un jubilado que parecía ya no tener mas que morirse plantando tomates una cálida tarde de agosto. Se fue a prisión riéndose y diciendo “para la pensión que me han dejado esto son vacaciones”. Y rodeado de coros y aplausos, y un músico de esos que siempre están, de esos desafinados, que se saben la canción que quieren todos. Y fue una fiesta, lo del anciano, mas que un castigo o una publica vergüenza. Ocurrió un lunes, que no un martes, que el martes pasado habían caído ya un ex-ministro y otro en funciones, ademas de no se cuantos concejales, un exjefe de policía retirado y alguno mas de muerte natural, o de miedo.
Mataron también un anti-disturbios, que había pegado de mas, y una señora de la limpieza, por confusión, que iba demasiado maquillada. Quería ir a misa después de la faena, y se fue a la de su propio entierro, en transporte tintado, y caja de ébano, que como dicen, despide mejor.
Tenían miedo. Un exbanquero apareció entre Ferrol y Alicante. La cabeza a la altura de Madrid y hasta el pene, que llego a Cuenca, y hubo quien pensó que por un ave rapaz. No se encontraron los dedos, ni se buscaron todos los miembros. En el entierro, saco un sacristán una navaja del todo a cien y corto dos cuellos a otros dos banqueros. Suerte, decía alguno, que no era suiza, que para la ocasión le valía.
Un fiscal anticorrupción amaneció en un charco de sangre con siete tiros, aparte de veinte casquillos caídos en el piso. Los inspectores se miraron y uno dijo “es un suicidio claro” el otro frunció el ceño pero nada dijo. ¿Que iba a decir?. Que importaba.
¿Pero como comenzó todo?. ”Ni revolución ni leches” decía el articulo mas acertado. “Asesinos responsables” decía otro que no estaba desencaminado o el sensacionalista “Llévatelo de la mano” que gano la tirada.
La revolución comenzó con Manolo, que hasta le gustaban los toros.
Manolo Revilez se fue al hospital con su mujer. Un jubilado tranquilo, de esos que miran las obras, o que miraban, de partida de mus y vino. En la sala de espera su mujer callo muerta después de tres horas y treinta y siete minutos, yo creo que fueron dos mas, si se tiene en cuenta lo que tardo la difunta señora en sentarse y el en colgarle el abrigo. Era una fría tarde de otoño, como son las tardes en las que algo grande ha de comenzar. Manolo, se arrodillo a su lado, cayo su boina y se quedo con una calva inútil y un silencio recio. Cogió su mano ya fría desde años y dijo “lo han de pagar”.
Enterró a su mujer con ojos pétreos, y paso el tiempo.
El tiempo justo para olvidar a los viejos muertos.
Hubiese matado a la enfermera, de no haber oído de ella: -hacemos lo que podemos, pero ya no damos para mas, estamos agotados, los recortes, ya sabe... se lo han llevado todo esos corruptos-.
Ella ni siquiera vio la navaja que hubiese entrado en su vientre, el señor Manolo la cerro sigilosamente mientras le decía: “Pues tiene usted razón, ¿sabe quien soy yo?”
-Disculpe pero no lo se, y estoy muy ocupada.
-Soy el marido de aquella señora que callo muerta en la sala de espera después de varias horas de espera-
La enfermera mirándole con ojos perdidos, respondió -¿Cual de ellas?.
Manolo le grito al ministro desde unos metros -Llevo votando a su partido desde que era un crio.
El Ministro le hizo un gesto a la cámara y se acerco sonriente ante tan ansiado jubilado en época de elecciones.
Cuando estiró la mano para estrechársela. Manolo corto las venas de su cuello de una cuchillada aprendida en muchos cerdos en época de matanza. Luego clavo la navaja en su corazón, y con una mueca fría dijo -te la regalo.
En el juicio alegó que fue defensa propia. El ministro le había robado el dinero para curar a su mujer y él, sabiendo que no podía contar con ninguno de esos estamentos corruptos en esta sociedad, se había defendido con lo único decente que conocía, su navaja. Habló, en el juicio mas de su navaja que de su mujer. Y se colocaba la boina para cada fotógrafo. Llevaba su traje de pana nuevo, de hacía 20 años no mas y se sintió por fin alguien. La historia de su mujer saltó a primera pagina con una frase “Para que esto no se repita, este es el tipo de gente que tiene que pagar. Lo he hecho mas que por ella o por mi por mis hijos y mis nietos”
Al leer el periódico Manolo se dijo a si mismo que no recordaba haber dicho tal cosa, pero sonaba bien, eso si, para que quejarse.
Manolo se convirtió en un héroe, su boina, su cacha y su piel arrugada rozadas por la heroicidad parecían bellas.