Hace mucho, mucho tiempo, en un lejano país, vivía una feliz princesa tan linda como la aurora. Sus ojos, negro azabache, eran limpios como el agua y su perenne sonrisa tan dulce como el azúcar. Casi siempre se la veía con un libro entre las manos y, mientras pasaba sus páginas, su rostro revelaba las fantásticas historias que su mente imaginaba. La música era otra de sus encantadoras pasiones, el dibujo, la escritura, los juegos, las preguntas y la danza. Pero si algo había que la hacía realmente hermosa era su corazón de oro y la inocencia de sus manos, por eso todos en aquel reino, más que quererla, la adoraban...oO