Esta tarde me tumbé para leer aprovechando el sol que, pasando a través de la ventana, calentaba mi cama. Al cabo de un momento, levantando los ojos para mirar la hora, me llamó la atención los granos de polvo que danzaban en la luz. Siempre me han gustado esos momentos donde bajo una iluminación particular, nos damos cuenta de todo lo que flota en el aire del salón de casa. Contemplaba los movimientos desordenados de todas estas fibras hasta que algo atravesó la habitación en línea recta. Me pareció que no era más grande que la cabeza de un alfiler, pero su trayectoria rectilínea no podía ser de ninguna manera debida a los ínfimos movimientos de aire que agitaban el polvo. Volvió a pasar pero esta vez en sentido contrario parándose enfrente de mi tocha. Parecía una bolinga de metal microscópica sobre la que se reflejaba la luz del día. Al contrario que las partículas que la rodeaban, parecía más pesada que el aire pero se mantenía ahí gracias a alguna extraña fuerza desconocida. Después de unos segundos que se me hicieron horas se dirigió al fondo, fuera del alcance de mi vista...oO