Sentado en esta silla me agarro fuerte al portátil y poco a poco me voy elevando. Tras romper dos lámparas y el tacataca de mi nieto consigo estabilizar el vuelo. Abro las ventanas de par en par. Y avanzo al vacío. Pongo la directa hacia el cielo. La gravedad está invertida. Me atrae inexorablemente hacia las estrellas.
Me empiezo a diluir poco a poco. Rozo los aros de Saturno. El portátil echa chispas que se retrasan fulgurantemente. Mi calva acaricia los protosoles nacientes de la nebulosa trífida.
Ya empiezo a sentir que soy todo. Cada vez abarco más y me muevo menos. Veo la silla orbitando en un planeta errante, siento la antimateria dentro de mi. Sublimo el olvido y me hago inmenso. Tan inmenso que no me encuentro.
Enviado hace 15 años 1 semana por Nagual.
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