Aquella mañana había sido muy dulce despertarse. Había dormido como nunca. Los rayos de aquel sol de octubre se comprimían para colarse por las pequeñas rendijas que separaban el amanecer de las sombras de su habitación. Todavía se quedó un rato más bajo las sábanas saboreando aquella hermosa sensación, tan poco común, de calma absoluta, los ojos cerrados, la mente vacía...oO
Me he quedado dormida. Con cuidado me alejo para no despertarme mientras me veo a mí misma inerte. Mis párpados soportan el peso de cien siglos, mi cuerpo intenta inutilmente despojarse de este cansancio eterno. Y me siento tan sola que penetro en mi mente para quedarme un rato haciéndome compañía...oO