Cadencia III

16

Y no quiero hacer campaña. Con el alma opaca. Me gusta ser mi reflejo en el espejo del baño; y tocarlo buscando la felicidad del otro lado. Sentado a meditar en el retrete: ¡ ME DECLARO CULPABLE ¡

17

Corro a la comisaria; con las manos llenas de sangre ¿ acaso sólo yo puedo verla ? Los perros son mas sensibles; ellos miran mis heridas y me lamen. En un extraño compañerismo yo les lamo a su vez. Lamencia.

18

He tocado y he comprendido. Tarde, demasiado tarde; después de haberlo tocado. Occidente, ya no es occidente, es el Rey Midas, todo lo que toca lo convierte en oro. Tocamos el resto del mundo y todo es oro y todo está muerto. Y tocando a nuestros hijos, queremos acariciar, y les hemos convertido en oro, pero están muertos y susurran: por un beso un caramelo.

19

En la mañana de las caricias me pides un ritmo; pero ya he comprendido, y ya no puedo tocarte. NO, no es generosidad; no me importa hacerte inerte; porque tu me tocarías a tu vez, y me haces muerte, me haces de oro.

20

Y el sol sale, y el sol se pone; y nuestro oro brilla. Y la luna asoma y la luna se esconde; y en la oscuridad nuestro oro no es nada. Lo desprecian los cuervos y las urracas, porque siendo todo oro, quieren objetos opacos. En la oscuridad puedo tocarte, porque no somos oro en la oscuridad. Somos olor, sabor y tacto; por eso adoro la oscuridad que me permite tenerte sin tenerte y amarte sin amarte, y ser cadencia.

21

Cada amanecer es un amanecer perdido; porque la noche no cambia nada; y el mundo se resigna a ser mundo y se persigna. Y en los amaneceres de la tarde; veo como el sol te toca; porque el sol te toca no lo niegues, y tu te haces sol y te haces oro y ya no quiero más verte. Porque cada amanecer es un amanecer perdido, porque el mundo podría haber cambiado hoy.