Unas horas eternas las de aquella mañana que se me antojaba interminable. Los ojos llorosos. La nariz colorada. Una música de fondo totalmente deprimente y un torbellino de sentimientos descontrolados en mi cabeza. Así que me levanté de la mesa y, desabrochándome la bata, me encaminé al vestuario porque ya no aguantaba más. “Me piro” dije mientras me ponía el abrigo. ¡Qué proeza! ¡Salir diez minutos antes del curro! Hasta Cantamañanas bromeó con ello...
Salí con las lágrimas brotándome de los ojos ante la mirada incrédula de la bruja Telescoba y la arpía controladora de la entrada. Mirada incrédula y preguntona. ¡Joder! ¡Se me olvidó el paraguas!. Ahora no llueve mucho... pero tengo que ir a por los nenos... Vuelta p'adentro. Otra vez la Telescoba y Doña Reloj de Fichar. Y también Cantamañanas.
Ya en la calle, las silenciosas lágrimas se fueron convirtiendo poco a poco en convulsivo llanto. Abrí el paraguas y me subí el palestino hasta los ojos tratando de volverme invisible aunque sabía que sería imposible lograrlo. Y así caminé cuesta arriba.
Cuesta arriba. Así es como se me pone todo últimamente: cuesta arriba...
“¡Estás chalada! Tienes un marido y tres hijos que te quieren al llegar a casa...” Eso piensa Cantamañanas.
Cantamañanas es mi amigo. El amigo más cantamañanas que tengo, eso sí, pero buen amigo. Cantamañanas está solo. Solo de verdad, no como mi soledad que es inventada, tejida con el legado de unos genes cabrones y las pésimas conexiones sinápticas de este atrofiado cerebro que me ha tocado en suerte. Putos neurotransmisores de mierda y putas hormonas que, si ya tengo poco con los estrógenos y progestágenos propios de mi condición femenina, ahora va y se me jode también el tiroides. Eso no le pasa a Cantamañanas.
Cantamañanas está en los cuarenta y le gusta cuidarse. Diariamente: fruta y zanahoria; y salir a correr tres o cuatro veces por semana. Pero llega el finde y se descontrola. Viernes, sábado y domingo: tasas elevadas de alcohol mantenido en sangre y, según dice, "petardas" (¡qué hay que ver lo que liga, el capullo!). Y, aunque así contado parece un plan cojonudo, la verdad es que, desde aquella vez en que sentó la cabeza y le salió torda, echa de menos no tener un motivo por el que sujetarse, alguien que le haga levantar el pie del acelerador... Por eso vaga perdido buscando en los bares lo que no dan las noches de juerga y envía cariñosos sms a sus amigas cuando regresa de madrugada con la soledad pisándole los talones. Porque lo jodido no es estar solo, sino sentirse solo. Y, en eso, sí que somos iguales Cantamañanas y yo.
- blog de Gelouin
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Comentarios
Dos cucharadas de Geloin por la semana
y tres gotitas de Cantamañanas para el fin de semana
y si no se te curan las lagrimas,
para hacerte invisible
...la proxima vez... hazte del todo agua