- ¿Y qué más da? ¿Llevas toda tu vida atada a lo que los demás piensan y mírate, ¿para qué te ha valido? Libérate– dice poniendo el coctel en sus labios –Yo me voy a marchar con el ahora. Mira que músculos, que cuerpo. Si no lo hago me arrepentiría toda mi vida, ¿sabes? ¿Pero qué más da?
-No sé, podría ser su madre, o su abuela.
-Y yo podría ser su bisabuela, pero te aseguro que va a tener que sudar esta noche para que la abuelita le regale algo.
-No digas tonterías.
Se ríe – Pero mira qué cuerpo, vamos, no lo vas a dejar pasar, ¿a quién le importa más que a ti y a él?
-No sé. Me sentiría como una vieja verde, ¿sabes?
- ¿Me estas llamando vieja verde?
-No no, perdona, no quería decir eso.
-Pues lo has dicho. Piensas que soy una vieja verde persiguiendo jovencitos indefensos. Vamos. ¿Sabes cómo lo veo yo? He trabajado duro, muy duro. Estoy de vacaciones en este paraíso llena de hombres con cuerpos paradisiacos y tengo derecho a disfrutar. Más aún, tengo el deber de disfrutar. Si quiere venir conmigo y vamos a gozar, nadie le obliga. Has visto el deseo en sus ojos, quizá sea falso, pero parece tan cierto. Pero quizá sea falso también el deseo del gordo calvo seboso con el que me acosté hace un par de semanas. Esta noche me vale al menos para compensar. Mira qué cuerpo tienen, mírales. Te aseguro que cuando me despierte mañana al lado de ese cuerpo no me voy a arrepentir.
-No sé, creo que soy demasiado viaja para esto.
- ¿Para qué? ¿Para tener sexo?, vamos, eres demasiado remilgada quizá, pero no demasiado vieja. Nunca se es demasiado vieja para el sexo. ¿Sabes qué?, si fueses un hombre no te preocuparía lo más mínimo. Te preocupa porque eres una mujer. Por algo en tu cabecita que te dice “una mujer decente no hace esto “, y esa voz es la voz de los hombres que, durante siglos, a base de fuerza y persecución nos la han grabado en nuestra cabecita libre. No la escuches más, libérate. No les escuches.
-Quizá tengas razón, pero…
-Pero nada, mira como suben a la palmera, mira sus músculos, sentiste sus manos cuando nos daban el masaje, unos dedos que pueden masajear así imagínate lo que pueden. Deja de pensar, mírales y disfrútales.
-Igual tienes razón, y por cierto ¿para qué queremos un coco?
-Yo que se, el coco es lo de menos, lo hermoso es que suben a por él, para nosotras, haz compota con él, o yo que se, mermelada. ¿Has probado la mermelada de coco? Tú puedes hacer mermelada de cualquier fruta, me dijiste un día. Haz una de coco, y luego dejamos que nos la unten por el cuerpo y…
-Para ya…
-Te doy la receta mejor. Esa hermosura, ¿Cómo se llamaba? ¿Yugan? Él recoge cocos mientras miras tumbada en una hamaca, en un coctel, sol y un poco de brisa marina acariciando tu cuerpo. Sube al árbol despacio, utilizando cada musculo. No todos los cocos valen para esta mermelada, ha de ser el coco perfecto, dorado de sol y tiempo. La palmera no puede ser de hoy, alta, hermosa, en su sombra agachada hacia la playa, queriendo beber esa agua salina y azulada. El baja con el coco y te lo ofrece, le sonríes, si, es el coco deseado y con un machete lo prepara, luego tienen que quedar un poco al sol, mientras el masajea tu cuerpo. Luego rocía el coco con agua de azahar removiendo con las manos mirándole fijamente hasta que quedé húmedo, lo dejamos reposar toda la noche, y mientras toda la noche dejas también que Yugan rocié tu cuerpo con agua de azahar. En la mañana el almíbar, de azúcar de caña y zumo limón, el limón siempre ha de llegar en la mañana para recordarte que la expresión de tu cara refleja lo que pones en tus labios. Luego lo hierbes junto, el vapor ha de enmohecer los cristales, y por último lo dejas enfriar en una mermelada en un cuenco de coco, y la olvidas hasta que te entren ganas de probar algo dulce de nuevo, deliciosa. ¿Qué opinas?
-Para, empieza a entrarme hambre. Dice riendo- pero que loca estas, me gustaría tener tu libertad.
-Tomalá – abre su mano y sopla en dirección a ella – ahora ya tienes mi libertad. -dice en una sonrisa que regala paz - ¿Mira, ves ese grano de arena, sabes lo que termina de hacer?
-Que me importa lo que haga un grano de arena.
-Exacto, ¿qué te importa lo que haga ese grano de arena? ¿Y qué le importa al universo lo que hagas tú? Disfruta de Yugan, disfruta de sus dedos, de su lengua… -dice mientras ellos bajan de la palmera con un coco en sus manos, caminando despacio en su cuerpo negro sudoroso y una sonrisa sincera de perlas en su cara de noche.