V

La primera semilla la plantaron en el diminuto jardín de montaña, al lado de plantita arrugada. No se atrevieron a plantar más que una porque sentían miedo de estropear aquellas cosas diminutas y delicadas. Antes de plantarla David sacó cuidadosamente la pequeña semilla de uno de los sacos que les había dado la vieja lágrimas, y la dejo un rato en la palma de su mano mientras los dos la miraban asombrados.
«Oh -dijo Montaña acercandose todo lo que podía a la semilla- ¿y en esta cosita tan minuscula se esconden las flores, ¡increible!»
«Sí, supongo que sí» respondió David no muy convencido
«Uhm -susurró pensativo montaña- ¿y caben?»
Claro, ninguno de los dos sabía absolutamente nada de plantas ¡como se iban a creer que en algo tan diminuto como es una semilla pueda caber una planta llena de preciosas flores!...
«Quizá sea como las palabras -gritó Montaña ilusionado- fijate las que caben dentro de la boca...tantas que nunca dejan de salir!»
«Sí, sí, será asi, claro que si, tienes razón...-respondió David intentando creerselo- vamos a plantarla y ya veremos que pasa»
Así la enterraron en la tierra y se quedaron mirando en silencio, no se atrevían a hablar para no asustar a la planta que esperaban impacientes. Pasó un minuto, luego otro, una hora, dos horas y no pasaba nada... Mientras seguían mirando muy muy silenciosos el lugar donde la habían enterrado. Paso otra hora y otra más...¡y nada!
Montaña le dio con cuidado un codazo a David, pero casi le tira al suelo.
«Quizá este estropeada» le susurró.
«Sí claro, tienes razón, eso será...¡vamos a probar con otra»
Y plantaron otra, pero tampoco ocurrió nada, ¿qué pasaría?...Plantaron otra y después de esperar un rato...¡nada!. Y luego otra, y otra más, ¡pero tampoco pasaba nada!.
Los dos se sentaron en el suelo, estaban desesperados, seguían mirando al suelo, donde habían enterrado las semillas esperando que pasase algo, ¡que salieran de una vez las plantitas llenas de flores!...¡pero nada! Nada de nada, absolutamente nada, allí seguía la vieja planta de Montaña doblada y solitaria, pobrina. Cuando comenzo a oscurecer David se levanto y dijo.
«Quizá este no sea el sitio adecuado para estas semillas, ¿y si vamos a buscar otro?»
«Sí, sí, vamos» respondio rapidamente Montaña con un nuevo brillo de ilusión en sus ojos.
Y asi comenzaron a recorrer la ciudad plantando una semilla en cada sitio que encontraban, esperaban un instante despues de hacerlo y como no pasaba nada iban a otro. ¡Imaginaos! Durante toda la noche recorrieron toda la ciudad plantando semillas en cada rincón, una aquí, otra allá, una tras otra y luego otra y otra más.
Cuando comenzó a amanecer habían recorrido cada rincón de la ciudad y claro, en cada uno había enterrado una semilla, ¡pero no había aparecido niunguna planta!. Entonces David metió la mano en su saco, y...¡oh, se le habían acabado las semillas! ¡y ninguna había funcionado...
«¡Oh, oh!, Montaña, ya no me quedan más semilla...vaya, espero que a ti te quede alguna»
Entonces Montaña metio una de sus grandes manos en el saco y en su cara se dibujo una extraña mueca, metio la otra y luego metio toda su cabeza en el saco...
«Vaya ¡esta muy oscuro!...y no veo más semillas, ¡se me han acabado!,...no no espera, aquí hay algo»
Salió del saco con una semilla muy muy pequeña en la mano, los dos se quedaron mirandola fijamente, que iban a hacer, ¡ninguna había funcionado y esa era la última oportunidad, además no recordaban donde las habían conseguido y por eso no podían volver a por más, ¡que nervios!. Montaña la sujetaba con su gran mano abierta, la última semilla...la última oportunidad. Y mientras los dos miraban fijamente su última semilla pensando que iban a hacer con ella se posó un pajaro en la mano de montaña y...¡se la comió de un picotazo antes de que ninguno de los dos pudiese hacer nada para evitarlo!. Y se marchó volvando tan contento...
«Oh, oh...»
«Oh, oh...»
¡Y para colmo de males comenzó a llover en ese preciso instante!.