Que felices fueron aquella tarde, la lluvía seguía cayendo fuera mientras el chocolate bajaba calentito por su garganta, mojaban churros bizcochos y galletas en forma de estrellas, así se hacían en la ciudad de la alegría. Eva sorbía el chocolate con una sonrisa encantadora mientras una especie de bigotito, con color de chocolate, rodeaba sus labios, y Dari mientras comía con sus pequeños bocados no paraba de preguntar cosas, miles de cosas con la boca llena...
«¿Y... a que tienes que soplar muy muy fuerte para que las nubes lleguen muy muy lejos?»
«Sí, -respondía Montaña encantado- jhago así -y llenó su boca de aire y soplo muy fuerte haciendo que los pelos de Dari se balancesen, -¡y más fuerte aún! Pero ahora no soplo porque sino el aire podría llevarse toda la casa» y se reía muy contento...
«¡Oh! -dijo Dari mordiendo otro bizcocho después de mojarlo en el chocolate- y tienes que tener cuidado de no soplar las nubes hacía la luna para que no se moje y se enfade...¿a que sí?»
«Claro que tengo mucho cuidado, ¡y el sol! También tengo cuidado de que no le toque ninguna nube para que no se apague»
A David no le gustaban nada las mentiras pero también sabía que había veces que aunque no se dijera la verdad tampoco contaba como mentira, asi que dijo, sonriendo también...
«Una vez sopló tan fuerte que rompidó una nube y cayo encima de nosostros, ¡imaginaros como estabamos de mojados!»
Y Dari y eva comenzaron a reirse contentos de verdad...
Asi pasaron la tarde hablando de todo y de nada, sin verdades y sin mentiras porque a veces son lo mismo, David y Montaña les contaron que sus padres estaban muy bien, muy contentos allí arriba y que a veces les pedían una gota de lluvia para mandarles una caricia en ella, y aquello hizó feliz a Eva y dari, porque si alguna vez llegaías a querer de verdad sentireís que os importa más la felicidad de la persona a la que quereís que la vuestra, oh!, pero eso pasa tan poquitas veces, quizá una vez en la vida nada más si teneís suerte...
Y así llegó la noche, Dari comenzaba a bostezar y había comido tanto que le parecía que no iba a poder levantarse de la silla, ¡hasta Montaña se quedó sorprendido de que alguien tan pequeño pudiese comer tantos bizcochos, claro, ¡y galletas y churros!, su madre siempre le había dicho que había que comer de cada cosa como mucho lo que se podía contar, y él había perdido la cuenta de las que se había comido Dari.
Fuera había dejado de llover y el cielo comenzó a despejarse, una estrella asomo primero por el norte, y luego la siguieron todas las demás...
«¿conoceís también al señor que enciendo las estrellas»
«¡claro que sí!, es un viejecito muy agradable y simpatico, y tiene la barba más larga que os podaís imaginar, la usa de bufanda en invierno y a veces la pisa y tropieza con ella, es muy divertido...» respondió Montaña..
«Oh, como me gustaría conocerle» dijo Eva dibujando un ruego en sus preciosos ojos verdes.
«Sí, quizá, ya se lo diremos si le vemos, pero se pasa todo el día hablando con la luna y no sé si tendrá tiempo, por eso la luna nunca sale hasta que el empieza a encender las estrellas»
«Es verdad» gritaron Eva y Dari entusiasmados a la vez.
De repente Eva se quedó pensativa...
«¡Oh!, -le dijo a Dari -aún no le hemos dado de beber a X»
«¿quién es X?- preguntaron Montaña y David preocupados...
«X, nuestra plantita, ¡hoy no la hemos dado de beber, pobrina- tenemos que volver a nuestra casa grande»
«¿Vuestra plantita, ¿teneís una plantita?»
«Sí -respondió Eva sonriendo- es muy bonita, y ahora muy grande ¡y tiene una flor preciosa!, ¿te acuerdas lo pequeñita que era al principio?- le dijo alegremente a Dari»
«Sí, -respondió Dari mientras juntaba sus diminutos dedos dejando un pequeño hueco entre ellos- así de pequeñita»
Montaña y David se quedaron mirando fijamente el hueco entre los dedos...
«Pero, pero...-comenzó a decir David
«Ahora tiene que beber un poquito de agua porque se ha hecho muy grande, ¿quereís verla?»
«¡Claro que sí!, -respondieron los dos a la vez...
Montaña subió a Dari y a Eva en sus hombros y así fueron caminanado hacia el orfanato, pero ahora eran Montaña y David los que les hacían preguntas sobre la planta, miles de preguntas...
«Sí...-respondió Eva un poco impaciente ya- las plantas estan durmiendo en una cosa muy pequeñita que se llaman semillas pero cuando las entierran se despiertan y comienzan a crecer...uf! sabeís mucho de hacer nubes... ¡pero de plantas....
«¿Y cuantas horas tardan en salir de la tierra?»
«¿horas?,- dijo Eva muy asombrada- tardan muchos días, no veis que se tinen que poner bonitas antes de salir, se pintan de verde, pero al principio sus flores son tan pequeñitas que no se pueden ver, ¡son como los niños! -dijo olvidandose de que ella tambien era un niño- Luego se hacen grandes, ¡es muy divertido!»
Entonces David y Montaña comenzaron a reirse, se miraban y se reían, ¡que bobos bobísimos habían sido!, ¡no estaban estropeadas las semillas, no las habían plantado en el sitio equivocado! Y así riendose de ellos mismos llegaron al orfanato donde se quedarón Dari y Eva, claro, pronto pasarían a buscar a aquellos nuevos pequeños amigos que les habían enseñado tanto.
Dari y Eva también estaban muy contentos, no se habían sentido jamás tan bien con nadie y se durmieron con una sonrisa muy grande en sus labios, soñando que sus papás les miraban desde el cielo y acariciaban cada gota de lluvía que alcanzaban para que esa caricia les llegase a ellos.